La “verdad” es un concepto que todo el mundo entiende, pero que resulta difícil de explicar. Se supone que es verdadero aquello que se expresa y que se ajusta a la realidad. El problema es que, aunque la realidad sea una sola, no todos la vemos de la misma manera. Al momento de procesar la información que nos llega a través de los sentidos, opera una serie de filtros que moldean esa realidad y le dan una forma distinta a la que perciben otras personas.
Todos, incluso hasta los más racionales, nos vemos influenciados por estos filtros o sesgos cognitivos. Uno de ellos es particularmente pernicioso: el sesgo de confirmación. Sin entrar en tecnicismos de psicología, podría definírselo como la tendencia a otorgarle mayor entidad o veracidad a todo aquello que confirme lo que ya pensábamos, y por consiguiente a descreer o denostar todo aquello que lo contradiga. En palabras más simples, es la zona de confort de la mente, el sofá donde prefiere relajarse antes que someterse al desgaste de cuestionar sus propias estructuras.
Y así caemos en la fatalidad de ver y de creer lo que queremos, aunque no necesariamente sea lo real. Porque a nadie le gustan las verdades incómodas. Si una idea se opone a nuestra visión del mundo, aunque esté científicamente respaldada, nuestro cerebro tenderá a rechazarla y a buscar evidencia en contrario, aunque esta sea de muy dudosa procedencia. Por eso las “fake news” se viralizan con tanta facilidad, aunque algunas no tengan el más mínimo sustento: porque refuerzan teorías u opiniones sostenidas por muchos.
“Cuando nos enfrentamos a algo desconocido, se genera temor. Y eso lleva a que mucha gente intente distorsionar las cosas para que encajen mejor con sus ideas previas. Si este ya es de por sí un país con un alto grado de incertidumbre, lo de la pandemia ha maximizado todo eso. La mente tiende a simplificar, a gastar menos energías. Para qué pensar en tonos de grises cuando es más fácil pensar en blanco o negro”, explica la psicóloga Verónica Montenegro.
“En un proceso saludable, yo construyo una idea, a partir de mi educación y de mis creencias, pero si luego la realidad me demuestra algo diferente, puedo cambiarlo para adaptarme. En un funcionamiento no saludable, descarto lo que no coincide con mi pensamiento o lo distorsiono para que coincida. Por eso vivimos en una sociedad muy polarizada, y no sólo en lo político”, advierte la psicóloga Belén Maltez Posse.
Puede advertirse claramente que el sesgo de confirmación tiene mucho que ver en esta grieta cada vez más ancha y profunda que nos divide como sociedad. ¿Existe un antídoto? Es el pensamiento crítico. El que, a pesar de lo cómodo que resulte escuchar lo que queremos, se nutre también de aquello que no queremos. “Está muy bien escuchar a los aliados, pero lo interesante es escuchar a tus enemigos, porque son los que atraviesan tus defensas y exponen tus debilidades”, aconseja la periodista española Rocío Vidal en una muy interesante charla TED sobre el tema, que puede verse en Youtube.
Si bien el término “deconstrucción” se ha visto asociado en los últimos tiempos a la noción de despojarse de las estructuras machistas, se trata de un concepto general, que puede operar sobre todo tipo de ideas, sean de género, de política, de religión, o lo que fuera. Es un proceso difícil y lleva tiempo, pero vale la pena porque es el que permite aprender y crecer.